¡Bienvenido a mi nueva página web!
¡Y a mi blog!
Luché con la pregunta del blog durante mucho tiempo… ¿debería hacerme esto a mí misma? ¿Debería hacer eso a alguien?
Entonces, mientras actualizaba mi página de inicio, descubrí que este año celebro mi 20 aniversario como concertino.
Me gustaría compartir con vosotros, queridos lectores, lo que sentí cuando me di cuenta de estos 20 años, por así decirlo.
20 años…
Mirando hacia atrás, ha sido un viaje increíblemente rápido, casi increíble…
En lo más profundo de mi corazón, un viaje de intensidad musical, humana y emocional, a través de altos y bajos, de grandes momentos, de horas de aprendizaje que no puedes forzar en un marco temporal. Es una riqueza interior que no puede medirse ni en tiempo ni en calidad, pero que tampoco tiene principio ni fin.
Una revisión musical sería ciertamente interesante, pero para mí personalmente no tiene una importancia primordial. En su lugar, me gustaría centrarme, aunque sea breve y sucintamente, en el desarrollo personal que tuve que experimentar y que se me permitió experimentar, en mis sentimientos en este blog inaugural.
¿Qué se siente al ser concertino de una de las principales orquestas sinfónicas a los 24 años?
Complace al alma, pero también complace al ego y no poco…
Te has demostrado algo a ti mismo y a los demás, estás legítimamente contento y orgulloso de tu actuación y de tu éxito.
¿Qué se siente al estar en una orquesta sinfónica joven y prometedora en España después de veinte años?
El alma se regocija y se instala en ella un profundo sentimiento de gratitud.
Gratitud por poder integrar parte de la experiencia que he podido reunir aquí, pero también por desarrollarla más en mi interior. Gratitud por trabajar en un entorno que te permite abrirte de todo corazón a la música, desprenderte de tu ego y sumergirte en una creatividad sin límites.